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Lo que voy a contar sucedió en el verano del año 2.010:
Me encontré, casualmente, en una zona de las Rías Baixas de Galicia, con un viejo exalumno del colegio franciscano de Herbón.
Aunque pertenecemos a diferentes promociones, nos conocíamos personalmente por haber coincidido en algunos reencuentros que solemos celebrar anualmente los exalumnos de aquel colegio.
Los dos disfrutábamos allí de unos días de vacaciones, teniendo mucho tiempo disponible para poder hablar de nuestros recuerdos en aquel colegio franciscano.
Yo le pregunté si continuaba siendo creyente cristiano, o si sentía alguna duda sobre la existencia de ese misterioso "más allá" del que nos hablaban en Herbón.
Él, permaneció pensativo durante varios segundos.
Después me contestó:
---Han pasado ya muchos años desde aquellas fechas.
Transcurre mi vida entre los conflictivos "ruidos mundanales" y dedico poco tiempo a reflexionar sobre temas religiosos.
Continúo siendo creyente cristiano, aunque sienta alguna discrepancia sobre la forma en la que nos presentaban allí al Creador del Universo.
Le pregunté después:
¿Puedes explicarme el motivo de esa discrepancia?
Él me contestó:
---Había finalizado recientemente la nefasta guerra civil española.
La iglesia católica de nuestra nación se encontraba muy resentida, debido a los asesinatos cometidos con personas consagradas, la quema de iglesias y conventos, etc., etc.
Posiblemente influenciada por estos lamentables hechos, aún recientes, nos presentaban allí a un Dios demasiado vengativo. Además, no se había celebrado aún el Concilio Vaticano II.
Le pregunté nuevamente:
¿Consigues aclarar cualquier duda que puedas tener sobre la existencia de Dios?.
Su contestación fue la siguiente:
---Miro hacia arriba, contemplo este grandioso Firmamento y me pregunto: ¿Quién ha puesto ahí todo eso que estoy viendo, que funciona tan ordenadamente?- No ha podido surgir de la nada sin la intervención de un Ente muy Superior, al que los creyentes cristianos le llamamos Dios.
Eran ya las dos de la tarde y nos estaban esperando unas sabrosas nécoras en un restaurante cercano.
Después, durante nuestra estancia en aquella zona veraniega, continuamos hablando de aquel colegio franciscano de Herbón.
Los dos nos sentíamos muy satisfechos de haber sido alumnos de ese colegio.
También hemos comentado que nuestros respectivos padres carecían de recursos económicos para que pudiésemos estudiar una carrera profesional en otros centros de enseñanza. Y que, en el colegio de Herbón, hemos recibido gratuitamente una formación cultural, religiosa y moral, que nos ha resultado muy valiosa durante el transcurso de nuestras vidas.
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