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Inicia el espectáculo el actor principal, explicando lo bien que lo está haciendo el gobierno que él preside.
Después, aparece en el escenario un segundo actor que se llama el "jefe de la oposición" y entre ambos se entabla una lucha verbal muy feroz.
A esta pelea se unen después otros actores secundarios que luchan a favor, o en contra, del principal protagonista.
Los unos y los otros se dedican preferentemente a insultarse mutuamente.
(Sienten una gran alegría cuando sus adversarios han cometido algún fraude, o delito, para utilizarlo guerreando contra ellos).
Eran mucho más simpáticos los cómicos Charles Chaplín, o Gila , o José Mota, etc., que nos hacían reír, sin ofender gravemente a nadie.
También existen en el planeta Tierra otros "parlamentos" que son muy sosos y aburridos, en los que solamente actúa el actor principal, sin que nadie pueda contradecirle. Se les conoce con el nombre de dictaduras.
Los políticos contagian a sus seguidores, que también nos peleamos entre nosotros para defender verbalmente al grupo parlamentario que ha conseguido caernos en gracia, o para criticar al otro grupo opositor.
Desearía que ningún político actual pueda sentirse ofendido con este "rollo" que yo publico hoy aquí.
Lo he redactado después de haber bebido varias copas de vino albariño que me han producido estos efectos secundarios, no deseados.














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